lunes, 10 de mayo de 2010

No sé si hay luna, pero hay botellas vacías de corona

Que largas que parecen las noches a veces. Que largas que parecen y que bello que así sea. Aunque sea una noche triste, aunque sea una noche en la que estoy sólo conmigo. Aunque sea una noche sin Julieta.
Y es que estoy aquí sentada, con el reflejo del monitor iluminando el cuarto. El reflejo que recorta las figuras de las cosas y todo parece más complejo. Las botellas, los cuadros, las flores secas (si, las que dejaron de crecer como el amor de quienes las regalan, ajenos al trauma de la pobre planta). Todo irradia algo más y es sólo de esta forma como se puede ver su esencia.
Es maravilloso y casi sublime sentir como el silencio se pelea por hacerse oír. Pelea con las bocinas de la avenida, pelea con el televisor de algún desvelado del piso de arriba y se acopla a las miles de almas que están hablando en sus sueños.
Es una de estas noches medio artificiales, medio reales en las que a pesar de que miles de pensamientos y problemas recorran golpeando cada parte de la cabeza uno puedo dejarse llevar y desconectarse, una milésima de segundo, pensando en el color en que sueñan los ciegos, en el olor de las flores salvajes, en el frío de la estrella polar.
Y es que hoy estuve triste, pensando en el dinero, en los trenes normales, en los horarios legales, en sonreír mecanicamente, en impresionar para que el látigo me elija. Y ahora de a poco me alejo. De a poco, como se va tiñendo de negro la noche. Me alejo hasta dormirme y soñar con colores ciegos, las flores salvajes y el frío de los astros distantes..
Es una noche sola
Es una noche larga
Es una noche alegre porque puedo estar triste