lunes, 3 de mayo de 2010

El gato saltó y cómo suele pasar cayó de pie..

Ya sé lo que me vas a decir. Pero no lo hagas..
"Se ceuzó Isabel otra vez y decidió asomarse Alberto de nuevo." [Te dije que no lo hagas!!]
Creo que tenés razón.. Odio que tengas razón (...)
Fue mejor, bueno.. la palabra no es precisamente "mejor". Pero digamos que fue una versión completa de lo que tiene que tener una buena obra para que aplaudan al final.
Isabel (ahora de negro) tenía esa mirada que sólo el buen Freud puede retratar cuando habla de las mujeres histéricas.. Y Alberto mirando.. sintiendo algo parecido al odio, la impotencia y el recuerdo undécimo de una noche triste.
(...)
Todos tenían sus problemas, pero Alberto (por una cuestión relacionada con el tiempo) parecía no tener derecho a tenerlos. Más que algunas peleas usadas por el aparatito cobarde, su aparición en el mundo del drama no significó gran cosa.
Más bien se sentó (tratando de parecer indiferente) a ver como su (no, no, no, no, no, no, no) Isabel pataleaba..
Fue el estelar de Frida e Isabel.. realmente fue una tertulia que merecía una ovasión de pie y el monólogo de Alberto se postergó por tiempo indefinido.