lunes, 22 de diciembre de 2008

¿Quién hace latir tu corazón?

Como si estuvieras probando el espacio de mi corazón, despacio, tocaste la puerta y esperaste a que abra. No era muy grande, ni especial lo que te aguardaba. Había pequeños huecos y espacios vacíos, había telas de araña, rencores y amigos. Y en el centro, una vela... Una vela que ardía con una llama incandescente, que un ejército de recuerdos intentaba apagar con grandes soplos de odio, pero era imposible. No quería extinguirse. Por más malos recuerdos, por mas rencores, por más nuevos desafíos, las lenguas de Fuego se mantenían vivas, alimentadas por un amor, tan puro y simple como el que ama dejando ir.
Y sin embargo, te quedaste… elegiste un rincón, tibio, al lado de mi música y mis recuerdos de escuela. Te entendiste rápidamente con mis miedos y mis sueños, aunque no te cayeron muy bien mis desesperanzas. Y ahí estás, en un rincón de mi corazón… esperando, latiendo. Sin otro anhelo que verme sonreír, que hacerme feliz… y aunque no es el centro… es importante. Solo porque estés en él, soy feliz…
Y quizás, cuando el hechizo se rompa por completo, cuando la espina de la última flor se transforme en pétalo, cuando la brisa de primavera anuncie un nuevo comienzo, no habrá más recuerdos que hagan crecer el fuego, sino manantiales de esperanza que apagaran la locura de un amor pasado. Y así, de a poco… con miedo, con locura, con esperanza, caminarás hacia el centro de todo. Y tímidamente te sentarás y harás latir mi corazó, como anoche, cuando te soñaba..

domingo, 21 de diciembre de 2008

Cuento de un hechizo..

Supone que linda e inteligente y obsesiva y compulsiva en exceso. Morocha, ojos grandes y marrones, de baja estatura. Piel blanca con toques mestizos y alguna que otra cicatriz escondida por ahi.
Y ahi estaba ella, escribiendo, soñando y esperando.. Un 11 de diciembre acababa de terminar y ya habia pasado un mes y medio desde aquel día. Recordaba ese sábado triste. Nunca olvidaría las ansías porque se hagan las tres, el olor de esa tarde, el último beso, la última palabra. Los intentos inútiles de súplica, las lágrimas tibias rodando por las mejillas, el sonido de su corazón rompiendose tras el sordo eco de los pasos.. alejándose por las escaleras. El movimiento de la silueta que jamás volverá, a través de los barrotes del balcón. El loco deseo (que duró interminables segundos) de saltar para caer delante de su amor. No, nunca.
Hasta que se rompiera el hechizo. Ese hechizo que según ella duraría exactamente un año. Un año desde ese día. La crónica fue simple, despertó como siempre y esperó para no molestarlo, lo llamó emocionada y espero a que llegara. Sería el último día que estaría triste... ya no quería llorar mas delante de él. Pero las lágrimas vinieron y con ella los conocidos reclamos y reproches. Pero algo inesperado sucedió y lo último que supo es que se encontraba rogando a los pies de la escalera que no se fuera.
Un sabado triste, un sábado de alcohol, un sábado que sabía que para él terminaba con una fiesta y para ella con un corazón sangrando. Pero se rompería el hechizo. Al año siguiente, exactamente un domingo. Un soleado domingo que esperaba encontrarla nueva.
Imposible en verano: tantas tardes juntos habían pasado. Imposible en su cumpleaños, tantas locuras compartidas ese día. Imposible en otoño, los mejores recitales los vivió en aquel tiempo. Imposible en invierno, largas noches había caminado con un buzo de él abrigandola. Imposible en primavera, tanto amor en el aire...
Pero ese mágico día de todos lo santos traía consigo aire nuevo. Y ahi si, el hechizo de amor mágico, de amor único, se rompería.. y sería libre para que la hechizaran otra vez.. Solo había que esperar..